La Luna se formó hace casi 4500 millones de años como resultado de una colisión catastrófica entre la Tierra embrionaria y otro protoplaneta del tamaño de Marte.
La teorÃa del gran impacto ha dominado el debate cientÃfico sobre el origen lunar durante decenios, en parte porque explica el gran tamaño de nuestro satélite y la ausencia de agua en él. Sin embargo, la teorÃa actual tiene dificultades para justificar otras propiedades de la Luna, como su composición, extrañamente similar a la de la Tierra.
Una sinestia (un hÃbrido entre planeta y disco, generado en un impacto) es una nueva clase de objeto astronómico propuesto para explicar el nacimiento de la Luna y el hecho de que su composición sea tan similar a la de la Tierra. Las sinestias podrÃan aparecer de manera habitual en todo el cosmos como resultado del proceso de formación de planetas.
El 1 de agosto de 1971, mientras exploraban el borde oriental de la llanura de lava conocida como mar de las Lluvias, en la silenciosa y serena superficie lunar, los astronautas del Apolo 15 David Scott y James Irwin hallaron algo extraordinario: un fragmento de corteza lunar sumamente antiguo, una reliquia de más de 4000 millones de años de edad que contenÃa pistas sobre la formación de la Luna. En cuanto vio el destello de los primitivos cristales incrustados en lo que más tarde se llamarÃa «roca del Génesis», Scott comprendió su posible importancia para resolver el misterio del origen de nuestro satélite. «Creo que hemos encontrado lo que venÃamos a buscar», comunicó al centro de control mientras Irwin y él recogÃan la piedra, que se convertirÃa en una pieza clave del legado cientÃfico del programa Apolo.
Los estudios de la roca del Génesis y de los casi 400 kilogramos de muestras que los astronautas del Apolo trajeron consigo a la Tierra dieron un vuelco a nuestra concepción de la historia lunar. Esas valiosas muestras provocaron una suerte de reinicio cientÃfico, al invalidar las teorÃas imperantes (que postulaban que la Luna habÃa sido capturada por la gravedad de la Tierra o que se habÃa formado al mismo tiempo que ella) al tiempo que revelaban importantes detalles nuevos, como el océano de magma que cubrió el satélite recién nacido.
La inmensa energÃa requerida para generar ese océano de magma apuntaba a una idea nueva y radical sobre el origen de la Luna: que esta se formó a partir de un impacto gigantesco, una colisión entre la proto-Tierra y otro cuerpo planetario. La hipótesis se basaba en cálculos que mostraban que los planetas en fase de crecimiento tienden a chocar entre sÃ, y en el curioso hecho de que la composición de la Luna guarda un asombroso parecido con la del manto rocoso de la Tierra. Algunos investigadores llegaron a sugerir que dicho impacto habrÃa determinado la rotación de la joven Tierra, estableciendo lo que se convertirÃa en el ciclo de 24 horas de dÃa y noche de nuestro planeta. La teorÃa canónica del gran impacto que surgió de estos primeros estudios propone que un choque de refilón con un objeto del tamaño de Marte creó un disco caliente de escombros rocosos alrededor de la Tierra. Más tarde, la fusión de estos fragmentos dio lugar a la Luna, un escenario que explicarÃa su elevada masa, asà como la escasez de agua y de otras sustancias volátiles.
Sin embargo, la hipótesis del gran impacto no está exenta de problemas. El principal de ellos es la sorprendente relación quÃmica entre la Tierra y la Luna. Ambos astros están hechos del mismo material, cual gemelos planetarios, mientras que la teorÃa canónica predice que la Luna deberÃa haberse formado principalmente a partir del cuerpo del tamaño de Marte. La composición de este progenitor tuvo que ser distinta a la de la proto-Tierra, ya que los planetas que se gestaron a partir del disco de gas y polvo que rodeaba al joven Sol habrÃan incorporado mezclas distintas de los elementos disponibles dependiendo de su posición orbital. Los cientÃficos pueden percibir esas diferencias efectuando mediciones muy precisas de la abundancia relativa de isótopos en las rocas. Ello genera «huellas isotópicas» únicas para cada cuerpo planetario del sistema solar... excepto para la Tierra y la Luna, que, extrañamente, parecen tener huellas casi idénticas.
Esta «crisis isotópica» ha perseguido a la teorÃa del gran impacto durante décadas. Pero hasta hoy no habÃa surgido ninguna explicación mejor del origen de la Luna. Ahora, sin embargo, en lo que supone otro reinicio cientÃfico, hemos descubierto que la mayorÃa de los impactos gigantes no producen un planeta rodeado de un disco de escombros. De hecho, la mayorÃa no producen ningún planeta. En cambio, crean una nueva clase de objeto astronómico, un hÃbrido transitorio entre un planeta y un disco, llamado «sinestia», que explicarÃa muchas de las caracterÃsticas más misteriosas de la Luna.
-investigacionyciencia.es
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